Sin embargo, tras un estudio inicial, los alumnos se dan cuenta que se enfrentan a una formidable estructura racional y metódica, entendiendo de manera inmediata que el ser humano es un ente regido por unas leyes universales, formando un todo indisoluble e interrelacionado, se dan cuenta de su estructura holística y por tanto de que se acabó la fórmula mágica o el milagro terapéutico.
Es preciso estudiar esas leyes a través de un método de progresivo entendimiento, despojándose esta enseñanza de todos los mitos, leyendas, ceremoniales y diversas parafernalias con que la suelen recubrir la ignorancia o el oportunismo.
Así se vislumbra un nuevo enfoque terapéutico basado en las energías humanas, su formación, circulación, relaciones, etc., se percibe que la energía es la fuente integradora y reguladora de toda la forma químico-física, de que el sistema nervioso no es más que el puente de paso que precisa la energía para proyectarse en la materia, etc.
El ser humano y todo su entorno toman una nueva perspectiva mucho más amplia, ya que el árbol no le impide ver el bosque.
Esto genera una serie de expectativas que a veces no se pueden cubrir de una manera integral por dos motivos fundamentales: insuficiencia en el conocimiento y de esquemas didácticos metódicos adaptados a la enseñanza de corte cartesiano.
El primer factor, lógicamente, depende del maestro y la escuela y por tanto nosotros no podemos juzgar su grado de insuficiencia, aunque el esfuerzo para paliarlo ha sido y seguirá siendo una de nuestras metas.
El segundo factor está en relación como lo que se considera debe ser el fin primordial de todo enseñante, el trasmitir y hacer llegar ese conocimiento y que sea comprendido.